24/11/08

"Vanitas Vanitatis" por Pilar Rahola

Dicen que la vanidad no es más que el amor propio al descubierto, y si en alguna profesión resulta evidente, es, sin lugar dudas, en la política. ¿Qué haría la política sin el culto al ego, que lleva a muchos políticos a tomar decisiones grandilocuentes, más cercanas a la propia vanidad, que a la necesidad pública? Es cierto que tampoco el arte existiría sin la vanidad, pero la diferencia entre el artista y el político es abismal: el primero crea, el segundo gestiona el dinero público. Es decir, el artista puede permitirse el más patológico de los egocentrismos, porque la creación está por encima de sus miserias. El político, en cambio, si no domina su ego, pasa a ser un peligro público. El truco, pues, está en canalizar adecuadamente ese abultado ego que todo político necesita tener, para agudizar el liderazgo, la autoridad y la capacidad de riesgo.

Eso debía pensar el president Montilla - uno de los políticos menos tocado por la vanidad-cuando decidió que la forma de tener dominado uno de sus flancos más inestables era regalándole el pastelito internacional. Todo el mundo sabe que Josep Lluís Carod-Rovira es un hombre dotado de un amor tan estratosférico por sí mismo que es fácilmente domesticable con un buen cargo y una buena foto. Recuerdo que le comenté eso mismo al propio Montilla, y ríanse ustedes de la enigmática sonrisa de la Mona Lisa… Y así, por arte de equilibrio del tripartito, y porque un vicepresidente lejos siempre resulta menos tocacampanas, Carod asumió "la política internacional" de la autonomía y/ o nacionalidad catalana. Empezó la era gloriosa de las embajadas catalanas con hermanos y amigos incluidos, y así hicimos buena la idea de que tener dos funcionarios para cada cosa - Copca y Can Carod-era mejor que tener uno solo.

Total, sólo pagamos con dinero público unos sueldos de aúpa a gente que no sabemos qué hace, pero que dice que lo hace en nombre nuestro. Muy patriótico.

Lo último de este pastel que Carod se zampa solo ha sido el paseo triunfal por Próximo Oriente, donde la Generalitat ha ido a regalar, dotada de una generosidad extrema, casi un millón de euritos a los palestinos. Dejando aparte el hecho de que el pueblo palestino es el que recibe más dinero del mundo en solidaridad, y nadie sabe qué hace con ese dinero, aunque algunas grandes fortunas palestinas algo deben conocer, ¿tiene sentido que Catalunya, en plena crisis económica, intente competir con decenas de estados fuertes, en la carrera de la ayuda internacional? La misma Generalitat que no podrá cumplir con su programa de ayudas sociales, y que ha dejado colgadas a muchas familias con promesas económicas incumplidas, se mete en el lío de garantizar un millón de euros a Palestina - convertida en "país prioritario en cooperación"-,y todo para que Carod pueda tener una sillita en la UNRWA, dar una charla en Ammán y salir en la foto hablando del plan de paz, como si fuera Condoleezza Rice. El cuarto de hora warholiano, en versión cuatribarrada.

Y, ¿por qué Palestina, como prioridad? ¿Por qué no Congo o Darfur? Al fin y al cabo, los países más ricos del mundo, los del petrodólar, son amiguísimos de sus hermanos palestinos oprimidos, y deben enviar millones de dólares diarios. ¿O no? ¿Tenemos que competir con Emiratos, o con Qatar o con Arabia Saudí? ¿O será que hemos escogido Palestina porque queda más progre, está en la agenda de lo políticamente correcto y, por supuesto, garantiza el viajecito internacional del ínclito vicepresidente? Ya sólo falta que pongan a subasta la remodelación de otra sala de la ONU, para que Carod quiera competir con Moratinos, llame a Miquel Barceló - que es de los PaïsosCatalans-y se gaste otra pasta gansa. Total, si en plena crisis económica, el Gobierno español puede gastarse 20.000 millones de euros para pintar una sala de la ONU, ¿qué no podrá gastarse Carod-Rovira para ponerse tacones y hacer ver que Catalunya es medio Estado, pero no, pero sí, y hablar en algún foro internacional? Y es que más peina un micrófono que un peine, como bien saben los calvos. El problema es que este peine lo pagamos nosotros, y sale muy caro.

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