26/5/08

Excavando (De Pedro Nueno)

Pedro Nueno -

Finalmente he podido acercarme hasta las excavaciones de Catalina, ya saben, aquella isla del archipiélago Patreuro, entre el océano Atlético y el mar Intermediario, en la que hubo una civilización hace 3.000 años. El profesor Onesone, el americano que dirige la excavación, estaba contento porque le acababan de llegar 15 alumnos americanos en prácticas de verano de su Universidad de Boston que trabajarían junto con los alumnos chinos de intercambio. Tuvo un cierto problema en convencer a los americanos de que también tenían que palear tierra. Los americanos esperaban que los que palearían tierra serían los chinos y ellos elaborarían informes sobre los hallazgos. Pero los chinos les echaban en cara que la economía de su país pronto adelantaría a la americana y que se hicieran a la idea de palear tierra y que los chinos hiciesen los informes. Como otros conflictos, Onesone lo resolvió con unas cervezas porque puede ser Tsingtao, Sam Adams o Damm, pero hablando inglés la gente se entiende.

Yendo al grano, parece que hace 3.000 años el pueblo catalino se puso de muy mal humor. Una de las causas del malestar fue el creciente aislamiento de la isla y el hecho de tener que ir hasta la capital del imperio si querían navegar a otros imperios. Las galeras reales, en las que remaban esclavos, salían de la capital del imperio. Los catalinos para ir a lugares lejanos tenían que remar ellos mismos en galeras de bajo coste e ir cambiando de galera en galera por el mundo, corriendo por puertos lejanos.

Hace 3.000 años hubo además una cierta sequía. Los visires, que no habían resuelto el problema de las galeras, se dieron cuenta de que llevaban años sin construir pozos, cisternas o acueductos. El precio de la leña llegó a las 130 piastras por una carga de mulo porque nadie controlaba a los magos de oriente que eran los dueños de los bosques. La leche que bebían en Catalina era de cabra. Los catalinos, buscando ayuda, habían sacrificado cabritos a los dioses sin reparar en el sexo. Ahora por el machismo inconsciente de alguno no había leche y los catalinos miraban a los sumo sacerdotes con mala cara. Nadie se compraba una pirámide. Empezaba a haber demasiados esclavos hambrientos por las calles de Catalina. Los usureros desconfiaban unos de otros y todos de los artesanos y, sobre todo, de los albañiles. Prestaban menos pero con más usura y ganaban lo mismo.

Frente a todo aquello, los visires decidieron apuntarse a que la culpa era de un cambio de clima, de que había que ahorrar leña y de que la leche se la bebían en imperios lejanos. Hicieron traer un par de galeras de agua pagando a los esclavos que remaban para tranquilizar a los catalinos y prometieron hacer algún acueducto. Había muchos filósofos dispuestos a apuntarse a la idea de que el clima había cambiado. Habían visto como Gorius se forraba explicándolo. Si el clima había cambiado la culpa era de los dioses, se decían los visires. Acababan de descubrir un mosaico en el que se veía como unos cortesanos le entregan al jefe de los visires el papiro que iba a leer al pueblo. Siempre leían papiros cuando se dirigían al pueblo. Pero justo en ese momento había no sé qué final de fútbol y los chicos chinos y americanos salieron de estampida a ver el partido tomando una cerveza. Onesone me dijo que me enviaría un e-mail si el jefe de los visires decía algo importante. No lo he recibido.

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