Hoy he tenido la "suerte" de trabajar en el ayuntamiento de Barcelona. Y creo necesario escribir críticamente sobre él.
No es un tema de quien sea el alcalde en este momento, ni el anterior, ni mucho menos el próximo, sino un tema de la realidad de la política local catalana.
El ayuntamiento de Barcelona es un edificio precioso, con dos amplios salones (uno para los plenos y bodas, y otro para otros actos) con una gran riqueza arquitectónica notable.
Es normal que se celebren actos de vez en cuando, ya que siempre es bueno agradecer el esfuerzo de alguien o premiar el trabajo de alguien, pero que la agenda del alcalde y del ayuntamiento casi solo este llena de actos de imagen y casi vacía de actos de gobierno, es bastante triste.
Las fiestas y actos se repiten día si o día también, con amplios aperitivos y convites (pagados por los contribuyentes). Es tan solo una parte de lo que podemos ver, sin tener en cuenta todos los despachos vacíos que ví (donde supuestamente la gente tiene mucho trabajo).
En Barcelona gobierna una coalición en minoría entre PSC e Iniciativa, después de la separación del tripartito en la alcaldía, así que en Barcelona no se decide casi nada.
En los plenos aun se discute el trazado de un AVE, que tendría que estar planeado hace años, sin llegar a acuerdo alguno u ordenanzas tontas que no aportan nada. En Barcelona nada avanza, mucho menos los autobuses, pero eso sí, el precio del transporte publico sube sin parar.
En otro momento entraremos en las personas (politicos y otros) que en el trabajan, más allá de la institución, pero será en otra ocasión.
Cada vez tengo más claro que Barcelona no es más que una tienda, con un precioso escaparate, pero no hay dependientes que despachen y solo hay caos en la trastienda.
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