El mapa aéreo europeo ha comenzado a redibujarse. Iberia y British Airways anunciaron ayer que trabajan para unir sus fuerzas, en un proceso de fusión que debería materializarse a través del intercambio de acciones y que daría lugar a la creación de una de las mayores aerolíneas del mundo por ingresos y pasajeros.
Si el matrimonio se consuma, pondrá además un broche feliz a un dilatado noviazgo de casi una década que no ha estado exento de altibajos, fruto de la indecisión de BA, que nunca hasta ahora se había atrevido a profundizar demasiado en la relación y que, tras el fracaso de la opa –nunca formulada– que preparaba junto a la sociedad de capital riesgo TPG, llegó a insinuar una pérdida de interés en la aerolínea española.
¿Por qué ahora?
Las cosas han cambiado mucho en estos últimos meses, especialmente tras erigirse Caja Madrid en el principal accionista de Iberia con el 23% del capital. Su paso al frente no sólo devolvió a la aerolínea la estabilidad accionarial, sino que la ha convertido en una de las grandes protagonistas en el proceso de consolidación a que está llamado el mercado aéreo en Europa.
Todo apunta a que el proceso lleva tiempo en marcha y prueba de ello es que, hace unos meses, BA elevó su participación en Iberia al 13,15%, al tiempo que ésta adquiría, en mayo y junio, posiciones en su socia británica, hasta controlar un 2,99% del capital en acciones y otro 6,99% a través de derivados.
Por otro lado, pese a la resistencia que ha mostrado British Airways a avanzar en su alianza con Iberia, el frenazo económico, la desaceleración experimentada por la demanda, la dura competencia y la escalada del precio del petróleo, que ha impactado muy negativamente sobre las cuentas de las aerolíneas, no le han dejado alternativas.
¿Tiene sentido la operación?
Completamente. Al margen de la crisis económica y sectorial, sin duda dos razones muy poderosas, ambos socios se conocen perfectamente y son muy complementarios: Iberia lidera desde Madrid los vuelos entre Europa y América Latina y British Airways las conexiones entre el Viejo Continente y Estados Unidos desde Heathrow.
La operación se ha planteado como una fusión entre iguales y el acuerdo inicial permitirá operar a ambas compañías de forma independiente y conservar sus marcas, aunque bajo una dirección estratégica común. Esta independencia operativa es importante para garantizar que Barajas siga siendo uno de los principales centros internacionales de distribución de vuelos –hub– del nuevo grupo, dado el peso que el aeródromo madrileño tiene en la economía nacional y, sobre todo, regional –aporta alrededor del 13% del PIB de la Comunidad de Madrid–.
La fusión con Iberia también reforzará la posición de British Airways, cuya hegemonia en los vuelos a EEUU se ha visto amenazada por la reciente entrada en vigor del acuerdo de ‘cielos abiertos’ entre ambos lados del Atlántico, que permite a las aerolíneas europeas volar libremente desde cualquier aeródromo comunitario a Estados Unidos.
¿Beneficia a los accionistas?
Los inversores de ambas aerolíneas recibieron ayer con entusiasmo el anuncio de una eventual fusión. La cotización de Iberia subió más de un 20% y la de British Airways cerca de un 6%. Pese a esta positiva reacción inicial, es pronto para valorar cómo repercutirá la operación en los accionistas, ya que falta por desvelar un dato esencial: la ecuación de canje en virtud de la cual se efectuará el intercambio de acciones.
En ausencia de ese dato, es obvio que la fusión de ambas compañías ofrecerá a los inversores la posibilidad de participar en una de las grandes aerolíneas del mundo, con mayor capacidad competitiva, músculo y recursos para hacer frente a la crisis, y que se verá beneficiada por la complementariedad de los activos que se aportan, pero también por las economías de escala.
Iberia y British Airways acaban de dar un primer paso muy importante, pero crear uno de los mayores grupos aéreos del mundo no es fácil. Son muchas las piezas que hay que encajar y eso, sin duda, llevará tiempo, algo que los inversores deberán tener en cuenta en sus decisiones.
¿Cómo reaccionará el sector?
Con independencia de una posible reacción en forma de opa de competidores como Air France -KLM (aunque es poco probable), el acuerdo entre British Airways e Iberia fuerza a sus rivales a tomar posiciones. El camino que marca esta operación, la fusión amistosa, podría ser seguido por otras aerolíneas, pero el problema será encontrar candidatos tan complementarios como el nuevo conglomerado hispanobritánico.
La propia Air France-KLM atesora buenos resultados de su experiencia conjunta, lo que reduce sus urgencias por entrar en alguna operación. Por el contrario, la alemana Lufthansa se ha quedado descolgada en el baile corporativo. Esta sola y las opciones que se mantienen en el mercado europeo no son nada atractivas: o no tienen el tamaño suficiente para aportar dimensión o son opciones inviables y desaconsejables como Alitalia.
Sus miras, por tanto, deben orientarse a una operación transoceánica con alguna aerolínea asiática o estadounidense. En este mercado, la fusión de Delta y Northwestern ya dejó descolgada a American Airlines, de la que el mercado aún espera señales. British Airways aclaró que aún mantiene conversaciones para estrechar lazos con American Airlines, lo que podría descartarla como agente activo.
De ahí que los analistas apunten ahora a una operación multipartita entre la alemana, las estadounidenses United Airlines y US Airways, y Air Canadá. Queda por ver también el papel que puedan jugar las compañías de bajo coste, aunque los malos resultados que están cosechando este ejercicio y las dificultades para acceder a financiación ajena les restan posibilidades de entrar al juego.
En todo caso, sería más lógico que aspirasen a comprar o ser compradas por aerolíneas regionales, especialmente las europeas.
Noticia al respecto en nuestro blog.
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